En México, dos celebraciones se entrelazan para honrar a los difuntos. Halloween y el Día de Muertos buscan conmemorar su paso por la Tierra, cada uno a su manera.
El último día de octubre se celebra Halloween, una tradición europea y norteamericana que se festeja principalmente al norte de nuestro país y en los principales destinos turísticos del mismo, mientras que la noche del 1 de noviembre se honra a los difuntos con el Día de Muertos en todo México, continuando la celebración hasta el 2 de noviembre. Ambas celebraciones tienen su origen en tradiciones paganas muy antiguas.
HALLOWEEN
Halloween tiene su origen en el Samhain, una festividad celta con la cual se celebraba el final de la temporada de cosechas y coincidía con su año nuevo.
Antes de la introducción del cristianismo a los países del norte de Europa, se practicaba el druidismo. Sobre la religión de los druidas no se sabe mucho debido a que los romanos, al invadir los territorios nórdicos, destruyeron prácticamente todo registro de su cultura previa. La información que llegó hasta hoy fue transmitida oralmente de generación en generación.
Se sabe que la serie de festividades del Samhain finalizaba con “la fiesta de los espíritus”, y así se iniciaba el año nuevo celta. Esta fiesta de los espíritus era una de sus fiestas principales.
Para ellos, el lugar de los espíritus era un lugar de felicidad perfecta en la que no había hambre ni dolor. Los celtas celebraban esta fiesta con ritos en los cuales los sacerdotes druidas, sirviendo como médiums, se comunicaban con sus antepasados, en espera de ser guiados en esta vida hacia la inmortal. Se dice que los espíritus de los ancestros llegaban entonces a visitar sus antiguos hogares.
La festividad celta del Samhain se describe como una comunión con los espíritus de los difuntos que, en esta fecha, tenían autorización para caminar entre los vivos, dándole a la gente la oportunidad de reunirse con sus antepasados difuntos. Para mantener a los espíritus contentos, dejaban comida afuera de sus hogares, una tradición que se convirtió en lo que hoy hacen los niños yendo de casa en casa pidiendo dulces.
Los cristianos calificaron las celebraciones celtas como una práctica herética y con ese pretexto destruyeron mucho de su cultura. Fue la época del sometimiento de los pueblos libres paganos, que eran convertidos al cristianismo demonizando sus creencias y adoptando sus festivales. Así, el de Samhain se convirtió en el día de Todos los Santos o en inglés “All Hallows’ Eve”, que con el tiempo derivó en Halloween.
Por el Samhain era costumbre vaciar nabos (posteriormente calabazas, debido a una tradición irlandesa) para ponerles adentro velas. Varios siglos después, esta tradición tiene continuidad en el actual Halloween, exportación de los irlandeses a Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX.
Hoy en día las casas se adornan con calabazas ahuecadas en las que se tallan rostros y en cuyo interior se ponen velas o lámparas. Los niños salen a la calle disfrazados de monstruos y van de puerta en puerta pidiendo caramelos con la frase “dulce o travesura”, ya que de no recibir la golosina esperada, podrían hacer una broma al de la casa, normalmente arrojando algo que ensucie su puerta.
DÍA DE MUERTOS
De igual forma, en la época precolombina, los pueblos mesoamericanos ya practicaban el culto a la muerte pero sin las connotaciones morales de la religión cristiana, en la que las ideas de paraíso e infierno sirven para castigar o premiar. Ellos creían que el destino de las almas de los muertos estaba determinado por el tipo de muerte que habían tenido y no por su comportamiento en la vida.
El Día de Muertos también es producto del sincretismo entre las tradiciones prehispánicas y el Día de todos los Santos instituido por la Iglesia católica. Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo.
En la actualidad, el 1 de noviembre los mexicanos montan altares dedicados a sus seres queridos que han muerto, en donde colocan los alimentos y objetos que eran de su agrado cuando estaban con vida. La creencia popular es que esas ofrendas guían el alma de los difuntos para que visiten durante esa noche a quienes los extrañan.
Los altares se montan en los cementerios –sobre la tumba del homenajeado– o en los hogares de sus parientes. El altar es adornado con papel de china de colores en el que se recortan figuras alusivas a la ocasión, velas encendidas, calaveritas de azúcar (dulces en forma de cráneo), pan de muerto (en cuya cima se simulan huesos) y en la parte central una foto de la persona a quien está dedicada el altar. Alrededor y formando un camino hacia el altar se esparcen pétalos de cempasúchil, una flor amarilla que servirá de guía al alma visitante para llegar hasta ahí.
Así, cementerios y hogares se llenan de color y vida en una noche cargada de nostalgia y devoción, donde las familias pasan la noche en vela cerca del altar de sus seres queridos que se adelantaron en el camino a la otra vida hasta el amanecer del 2 de noviembre, oficialmente considerado el “Día de Muertos”.
En conclusión puedo decir que la celebración que más conserva sus tradiciones originales y la más celebrada en México es el Día de Muertos, motivo por el cual en el año 2008 la UNESCO declaró la festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pero ambas tienen su origen en una creencia similar: la de que las almas de los muertos nos visitan una vez al año.
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